Una educación de calidad es aquella que promueve:
· La construcción de conocimientos psicológica, social y científicamente significativos.
· El desarrollo de procesos de pensamiento y estrategias cognitivas que le permitan al sujeto “aprender a aprender”.
· La apropiación de instrumentos para participar en la vida económica, política y social, contribuyendo a la construcción de un modelo social democrático.
· El desarrollo de habilidades básicas que posibiliten al educando, la inserción en condiciones adecuadas en el nivel siguiente del sistema educativo o la incorporación a la vida activa.
· La aplicación del conocimiento para operar sobre la realidad.
· La posibilidad de la duda y la discusión.
· La consideración de las características propias del sujeto de aprendizaje, en sus aspectos cognitivos, socioafectivos y psicomotrices.
· El crecimiento profesional del docente.
De todas las citadas, la que más me inquieta es la última afirmación. Hemos visto en los últimos años cómo muchos centros escolares han buscado su certificación de calidad que dan a conocer con el objetivo de aumentar la confiabilidad de los usuarios indirectos: progenitores que asumen que el centro cumplirá su función, una educación para el alumnado (usuarios directos) que atienda a sus necesidades específicas, es decir, cumpla su función prevista sin incidentes por un período de tiempo especificado (periodo de escolarización) y bajo condiciones indicadas.
Imagino que estas condiciones incluyen una capacitación de recursos materiales y humanos, sobre todo humanos (docentes de aula ordinaria o de apoyo) que como anteriormente indicaba, crezcan profesionalmente, y estén abiertos a la investigación dentro de su área ante cada alumno/a con el que trabajen, más que dedicarse a rellenar burocráticamente la documentación exigida para mantener la certificación de calidad.
Porque de otro modo, con este sello, podría enmascararse la incapacidad profesional y traducirla en términos de discapacidad hacia el alumnado. De ahí que pueda afirmarse que no hay mal/a estudiante sino mal profesorado.
Prefiero pensar, que la gran mayoría de profesionales de la educación tiene un sello de calidad, el suyo propio, cuyo coste es el verdadero esfuerzo de realizar una enseñanza de Calidad, y eso no está cuantificado.